La cosa es de terror
Ricardo V. Santes Álvarez
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Yo sé que pasan por un momento difícil, yo sé, pero miren un cacho para atrás los que les dieron patria, los que pasaron, aquellos campesinos analfabetos, heroicos, que dieron el nacimiento este país. Quiéranlo, siéntanlo, no se puede luchar por algo que no se quiere, y los seres humanos necesitamos querer cosas, comprométanse, quieran a su pueblo, es el único que queda cuando nos vamos. (José Mujica, ex-presidente de Uruguay, diciembre de 2014, Guadalajara, Jal.)
En la actualidad, los mexicanos nos enteramos de muchas cosas (poco enaltecedoras las más) acerca de gobernantes, autoridades y políticos; y surge la pregunta de qué tan viable es seguir la sugerencia del ex-mandatario uruguayo.
Hemos sabido de funcionarios que hacen fiesta en el centro de trabajo, con alcohol y música de por medio. Como hizo en el D.F. el entonces director de la Policía Bancaria e Industrial, quien en un video aparece muy acaramelado con una compañera de trabajo. O como hizo el alcalde de San Blas, Nayarit, quien organizó un fiestón a un costo de alrededor de 15 millones de pesos, donde la nota no fue el haber echado la casa por la ventana, ni que el jolgorio fuese amenizado por la banda El Recodo, sino que el sinvergüenza sujeto levantó el vestido a una chica con quien “bailaba”. En los dos casos, ¡Festejaban su cumpleaños, pues!
Similarmente, conocemos de representantes de partidos políticos que obtienen jugosas ganancias de negocios en giros negros. He ahí al impresentable y a la sazón presidente del PRI en el D.F., quien al amparo del partidazo construyó una ignominiosa red de prostitución. Sabemos, asimismo, historias más funestas, como las de alcaldes que, si no están coludidos con bandas criminales, tienen la propia. Cito al perredista de Iguala, Guerrero, acusado de la autoría intelectual del asesinato y desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. También, al perredista de Pueblo Nuevo Solistahuacán, Chiapas, ordenando el secuestro de dos empresarios. Igualmente, al panista de Medellín, Veracruz, acusado del asesinato del periodista Moisés Sánchez Cerezo.
De gobernadores, ni se diga. Así como llegan noticias de uno azul que construye su propia presa, llegan de otro tricolor que tiene su propio banco, el cual capitaliza con dinero del erario. Del mismo modo, vemos a otro “mandatario”, verde-priísta, que gusta de “cachetear” en público a sus subalternos, pero que se vende en televisión y en revistas del corazón como el potencial estadista que México necesita.
Por supuesto que el gabinete federal no escapa a las noticias. Ahí está un secretario balbuceando respuestas respecto a su casa de Malinalco, y otro que, pese a ser señalado de tener contratos con Pemex, es titular de Energía; y ambos, aducen que no tienen conflictos de interés. Y en lo más alto del gobierno, no es fácil olvidar los comportamientos y yerros que tanto han indignado a la sociedad.
NO, estas cosas los mexicanos, en su mayoría, no las pueden “superar”.
Como regla, todos esos personajes desarrollan sus “actividades” al amparo del cargo. Y lo hacen con el mayor cinismo del mundo, a sabiendas que no habrá consecuencias. Cuando mucho, algunos son separados, aunque luego les vemos “caer para arriba”, al ser premiados con otro encargo.
Tal parece que esas cosillas narradas hasta aquí no ameritan molestia alguna: forman parte de la cotidianeidad. Si algún funcionario es responsable de iniciar investigación, se sabe que no actuará o lo hará mal. ¿Recuerda usted cuánto tardó la PGR en intervenir en el caso Iguala-Ayotzinapa? El ladrón, el violador, el criminal, el corrupto, tienen la garantía de poder continuar con su placentero modus vivendi.
Lo dijo y reiteró el presidente de la República: la corrupción es un “asunto cultural” en México. Seguramente, otros delitos son parte de lo mismo, así que, apaguemos la luz y vámonos, porque ya se siente frío.
¡Ah, pero que nadie hable del país! porque entonces esos señores se sienten con la calidad moral y estatura política para protestar por la “injerencia” extranjera en nuestra “soberanía”. Ahí está la nota diplomática al país hermano de Uruguay, por la opinión de su presidente sobre la circunstancia mexicana. “A uno le da una sensación, visto a la distancia, que se trata de una especie de Estado fallido, que los poderes públicos están perdidos totalmente de control, están carcomidos”, dijo el mundialmente respetado y querido Pepe Mujica. ¿Acaso expresó una mentira?
Recientemente, el Papa Francisco, en comunicación electrónica con un amigo, confió su preocupación por la eventual “mexicanización” de Argentina. Aludía a la inocultable infiltración del crimen organizado en las esferas del poder, sea éste político, económico, o militar ¿Se expresó con falsedad el Sumo Pontífice? No lo creo. Menos, cuando concluye diciendo, “Estuve hablando con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror”. Definitivamente, el Papa está preocupado y consciente de la situación que vive México. Y cómo no, si a la grey católica no le ha ido bien. En su Reporte Anual 2014: El riesgo de ser sacerdote en México, el Centro Católico Multimedial informa que, entre 1990 y 2014, “La lista de los agentes pastorales que han perdido la vida de modo violento […] la encabeza 1 cardenal, 34 sacerdotes, 1 diácono, 3 religiosos, 5 laicos y una periodista católica”. Agrega que, durante la administración de Enrique Peña Nieto, “se tiene registro de 8 sacerdotes asesinados, y dos aún continúan desaparecidos”.
Pero a pesar de eso, “¡Qué atrevimiento del vicario de Cristo!”, debió escucharse en las alcobas del poder. El paso siguiente fue sacar del cajón la receta aplicada al mandatario uruguayo, y enviar senda Nota Diplomática al Vaticano para manifestar “extrañeza” por los dichos del pontífice. Lo qué ocurrió después fue lo mismo que con el asunto Mujica: Relaciones Exteriores declaró que cualquier diferencia había quedado “absolutamente zanjada”.
En realidad, lo que quedó zanjado fue uno más de los berrinches primaverales que se han convertido en sello de la actual administración. Pero el asunto de fondo no está allanado, ni se ve para cuándo vaya a estarlo. Me refiero al motivo por el cual voces del exterior se pronuncian, de la forma en que lo hacen, sobre el gobierno y la crisis en que estamos inmersos.
Porque la violencia continúa y escala; los criminales y sus crímenes siguen sin recibir penalización; y la corrupción e inseparable amiga, la impunidad, siguen en bonanza. Porque el ayer procurador general de la República, que se había cansado de simular que cumplía con su encargo, ahora es premiado con otro puesto. Porque quien asumirá la titularidad de la PGR y quien se perfila para presidir la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se dice, representarán los intereses de Televisa.
En fin, porque tenemos una clase política que a estas alturas ni hace política ni tiene clase, y padecemos de unos representantes populares que ni son populares ni mucho menos nos representan.
Por todo este recuento de desgracias, no me congratulo respecto a la reciente aprobación, en Cámara de Diputados, del nuevo Sistema Nacional Anti-corrupción. Coincido con muchos en que será otro más de los conocidos intentos de cambiar todo para que todo siga igual. Que este nuevo Frankenstein tendrá la misma “fuerza y contundencia” que una Secretaría de la Función Pública a cargo de un incondicional del presidente, quien recibe indicaciones de investigar a un amigo y, ah, sí, al propio jefe y su familia.
Es claro que no podemos esperar de brazos cruzados a que la solución llegue de “arriba”. Retomo la recomendación de José Mujica: debemos querer a México, comprometernos con nuestro pueblo y familia a cambiar el rumbo. Será esa la mayor satisfacción que quedará cuando nos vayamos.