El muro verdadero: el desencuentro. 3a. de 3 partes
Fuente de imagen: dominio público
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Para lograr el éxito de [la política de reordenación económica debemos inyectar] permanentemente fe en nosotros mismos en todos los sectores sociales […]. Esta no puede ser sólo una responsabilidad exclusiva del Gobierno de la República. El Gobierno lo ha hecho porque tiene la profunda convicción de que México es un país fuerte, nacionalista y con el vigor suficiente para superar la crisis actual y para retomar los caminos del crecimiento y de un desarrollo más sano, sostenido y equitativo. (1) México se está transformando y por eso vive un nuevo optimismo social. Nuestras instituciones se han fortalecido. Las nuevas políticas son permanentes porque es la sociedad unida en lo fundamental, la que las sostiene y las impulsa. Tenemos claridad en el camino que seguimos y confianza en nuestra capacidad de crecer y competir, ampliar nuestra democracia y mitigar las injusticias, preservando las libertades y la estabilidad general del país. (2) México los necesita para llegar a ser el país que todos queremos que sea: un país fuerte, justo y próspero [, en el que:] se acabe la injusticia, que significa la pobreza [;] todos puedan alimentarse bien, […] ir al médico y recibir las medicinas [;] todos estemos seguros y sepamos que la ley debe ser respetada [;] siempre haya respeto de unos a otros, independientemente de las ideas que cada uno tenga [.] Ese país es el que […] estamos construyendo. (3) México es un país fuerte, tiene una política económica responsable. Tenemos claridad de rumbo, de modelo, de doctrina, tenemos capacidad para mantener con firmeza el timón, tenemos una sociedad trabajadora y responsable. Por ello, no me cabe la menor duda de que caminamos firmemente para ubicar a nuestro país al día y a la vanguardia. (4) Que los visitantes […] sepan que venir a nuestro país es una gran experiencia; que México no sólo es un país bello, sino que también es un país fuerte, capaz de enfrentar y superar las más duras adversidades, y que los estamos esperando con los brazos abiertos. (5) Unámonos con el propósito y el deseo de tener un México fuerte y próspero, y un futuro de grandes oportunidades para todos los mexicanos. (6) Un México fuerte, próspero, y vibrante, está en el mejor interés de Estados Unidos. (7) |
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¿Le es conocido algún pasaje? Posiblemente, pues se trata de arengas que, con variedad de matices, hemos escuchado de políticos gobernantes. Y no son discursos que parezcan demasiado idos, sino más bien de plena actualidad. Sigamos los numerales en paréntesis y verifiquemos su temporalidad: (1) Miguel de la Madrid, ante el Consejo Coordinador Empresarial. México, D.F., 6-jul-1983. (2) Carlos Salinas de Gortari, en el Foro Económico mundial, 1-feb-1990. (3) Ernesto Zedillo Ponce de León, discurso a triunfadores de la Olimpiada del Conocimiento Infantil 1997-1998. 28-jul-1998. (4) Vicente Fox Quesada, 12ª Mesa Redonda Gobierno de México-The Economist, 24-jun-2002. (5) Felipe Calderón Hinojosa, lanzamiento de la campaña Vive México, 25-may-2009. (6) Enrique Peña Nieto, mensaje vía Twitter, 24-dic-2014. (7) Donald Trump, en su visita a México, 31-Ago-2016. Pese a los discursos triunfalistas de cada sexenio, los gobernantes de la época moderna nunca se dieron a la tarea de pasar a la acción y poner seriedad en sus planteamientos de construir una sociedad mejor. De los años ochenta a la fecha, sus mayores logros han sido el incremento de la desigualdad, la violencia, y la ignorancia; de la acumulación de riqueza en muy pocos, y de un ignominioso empobrecimiento en la mayoría. Sus frutos han sido también la muerte de miles de inocentes, la corrupción y la impunidad. El desencuentro del discurso fácil con la realidad es lastimoso. La fe en nosotros mismos nunca fue cultivada por el gobierno, como sugirió Miguel De la Madrid; y las crisis recurrentes no se han superado puesto que no hemos retomado caminos de crecimiento ni de desarrollo sano, sostenido y equitativo. Tampoco es verdad que se viva un optimismo social porque contemos con instituciones fuertes; mucho menos que la sociedad esté unida al menos “en lo fundamental”, como en su momento aseveró Carlos Salinas; porque casi al final de la segunda década del Siglo XXI, los mexicanos seguimos sin tener claridad de rumbo ni “confianza en nuestra capacidad de crecer y competir, ampliar nuestra democracia y mitigar las injusticias, preservando las libertades”. Tampoco fue cierto lo afirmado por Ernesto Zedillo, en el sentido que el México que construimos sea uno justo, próspero, de justicia, sin pobreza, alimentado, donde se respete la ley. No ha sido y no es así. Con Vicente Fox las cosas no cambiaron, más bien con él se inauguró la docena trágica azul, pletórica de yerros y desgracias. Sus peroratas sobre la “claridad de rumbo” no tuvieron reflejo en los hechos. Y si no, que lo diga su correligionario y sucesor, Felipe Calderón quien, pese a la guerra que desató y con la que bañó de sangre al país, se atrevió a afirmar que los visitantes […] estaban siendo esperados “con los brazos abiertos” y que vivirían aquí “una gran experiencia”… sí, y tal vez, con muchísima suerte, saldrían vivos. Y aunque el papel aguanta todo, la tolerancia de las mentiras tiene su límite. Tal vez por eso, al final de aquel aciago 2014, Enrique Peña Nieto emitió, en apenas un “Twit”, un mensaje apelando a la unión para llegar a tener una nación fuerte y próspera, y “un futuro de grandes oportunidades para todos”. No cabe duda, si antes los mandatarios tenían una dosis de oficio para adornar falacias sobre un supuesto progreso, hoy ya ni para eso les da; si acaso para un “twit”. El muro del desencuentro es patente, pues la mayoría no se identifica con ese país que pintan los gobernantes; no percibe el optimismo social, el Estado de Derecho, el desarrollo, y otras linduras, porque eso es lo que menos ha interesado a los poderosos. Si me apura usted tantito, le diré que más sincera y realista fue la declaración de Donald Trump, en su visita del mes de agosto, cuando dijo que tener un México “fuerte, próspero, y vibrante”, estaba en el mejor interés de Estados Unidos. Asegura Trump que construirá “un gran, gran muro” y hará que México pague por él. ¿Debemos preocuparnos por él y su mentada barda? Seguramente que sí. La Unión Europea, Japón y demás países asiáticos, así como el mundo musulmán, lo están de cara a la serie de amenazas que pronto veremos cristalizadas en la nueva política interior y exterior del vecino al norte. No obstante, la propuesta de Trump puede ser lo menos relevante, pues si el gobierno de acá se inquieta con el nacimiento de la Era Trumpiana, es porque hoy, como ayer, jamás se preocupó genuinamente por fortalecer la nación. Por ello, los mexicanos desde hace muchos años conocemos muros en nuestra vida cotidiana; consciente o inconscientemente, tendemos barreras sociales, económicas, y políticas. Penosamente, es normal que un mexicano tenga desconfianza, miedo, o quiera sacar ventaja, de otro connacional. Pero eso no se discute en la arena pública; la indicativa oficial es afirmar que todos estamos muy unidos. Lo cierto es que tenemos un reto mayor: derribar ese muro que aglutina todos los desencuentros. Si por fin entendemos que la solución no vendrá de arriba, debido a los gobiernos apátridas y deshonestos que nos hemos dado –lo que por otra parte es reflejo de sociedad fragmentada y sentido de identidad débil –es momento de poner un freno. Antes que el tren externo termine de arrollarnos, “en el mejor interés de Estados Unidos”, debemos tomar decisiones: continuar en una condición de mediocridad que solamente beneficia a unos cuantos, o tomar las riendas de nuestra responsabilidad ciudadana y actuar, empezando por acercarnos e identificarnos. Nada caerá del cielo; es decisión de cada uno y de todos juntos. |
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Twitter: @RicSantes | Publicación en otros medios:
Plumas Libres: 12-dic-2016 |