No se hagan bolas. Peña Nieto no intervendrá en la elección
No respondo a nadie, ni me voy a meter en el proceso electoral. La única participación que yo tendré en este proceso será el 1 de julio cuando vaya a ejercer mi derecho a votar; ahí participaré.
(Enrique Peña Nieto, en la inauguración del 29 Congreso de Ingeniería Civil, 6 de marzo de 2018). |
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Así reaccionó el presidente Peña Nieto a pregunta expresa sobre los señalamientos que previamente le había hecho Ricardo Anaya Cortés, candidato del frente PAN-PRD-MC a la presidencia de la República. Con ello, parece quedar claro que, si la palabra del titular del Ejecutivo es ley, la contienda se decidirá democráticamente… ¿o no? De cara a lo sucesos durante su administración, no falta quien dude que las decisiones importantes sean tomadas por el presidente. Entre los eventos, destaca el mismísimo destape del extitular de Hacienda, José Antonio Meade Kuribreña, hoy candidato del PRI a la presidencia. No fue EPN quien anunció, siquiera con un gesto, al nuevo ungido. No. Fue el secretario de relaciones exteriores, Luís Videgaray Caso, quien se arrogó esa potestad y, no implícito sino perfectamente explícito, aclaró que el sucesor de “su jefe” sería su amigo Pepe. Como se consigna en crónicas, el 22 de noviembre pasado, en reunión con el cuerpo diplomático extranjero acreditado en el país, Videgaray Caso hizo alabanza a la “trayectoria impecable”, el “patriotismo”, la “inteligencia”, el “amor a México”, y la “integridad”, del buen Pepe. Esta vez, rompiendo la tradición, no fue un presidente sino un secretario, quien dijo a todos, “no se hagan bolas”, el bueno es Meade Kuribreña. Y hasta ahora, lo es… para un sector del régimen al menos. “No se hagan bolas”, cómo olvidar esa frase que en la jerga política doméstica acuñó el expresidente Carlos Salinas de Gortari. Vale recordar el contexto en que se expresó. Para ello, retomo una contribución de Andrés Becerril, publicada en el periódico Excélsior, el 24 de febrero de 2014, que tituló, “La campaña de Colosio fue opacada por el EZLN y Camacho”: El 28 de noviembre de 1993, Luis Donaldo Colosio fue, prácticamente, proclamado candidato del PRI a la Presidencia de México. Manuel Camacho, entonces regente del Distrito Federal […] renunció al cargo y no se pronunció a favor de Colosio, lo que creó una ruptura dentro del Partido Revolucionario Institucional. [El papel protagónico de Camacho como Comisionado en Chiapas pareció tambalear la candidatura de Colosio]; por eso, el 27 de enero, Carlos Salinas de Gortari pronunció una de esas frases que hicieron historia: ‘No se hagan bolas’, dijo, para sostener como candidato a su exsecretario de Desarrollo Social, quien no lograba fuerza ni visibilidad en la opinión pública. El desenlace de la historia lo sabemos. Luis Donaldo Colosio fue asesinado en Lomas Taurinas, en Tijuana, Baja California, el 23 de marzo de 1994. Al fin de ese año, Ernesto Zedillo Ponce de León sucedió a Salinas. Como reza otro dicho de la jerga política, con cada administración “se cambia todo para que todo siga igual”… o peor. Y de aquel “no se hagan bolas” de hace 24 años parece que aún seguimos en eso. Cuando se dan por definidos los candidatos, con sus diferentes apoyos partidistas, y que existen otros llamados “independientes” inclusive (que de independientes tienen lo que tiene México en su relación con Estados Unidos), crece la zozobra respecto a quién de todos será, finalmente, apoyado por el régimen para enfrentar a su verdadero y único adversario, Andrés Manuel López Obrador. Y diga usted si no cuando ha circulado el rumor que el frentista Ricardo Anaya Cortés es el “Plan B” de Los Pinos, toda vez que el “Plan A”, Meade Kuribreña, simplemente no genera atracción en el electorado, situación que lo tiene postrado, y con tendencia a la baja, en un lejano, lejanísimo tercer lugar frente al puntero López Obrador. Sabiendo lo anterior, Ricardo Anaya se ha crecido por verse un tanto arriba del abanderado del PRI, aunque muy debajo de López Obrador. Aún así, sabe que si resiste los embates tricolores, con suerte puede hacerse de los votos de algunos de ellos, quienes lo último que desearían es ver a Andrés Manuel ganar la presidencia. En el imaginario de hace algunas semanas la apuesta bien pudo haber sido la contraria, es decir, que Meade arrebatara a Anaya el segundo lugar para entonces él hacerse de los votos frentistas, que sufren de la misma fobia respecto al abanderado de Morena. Las cosas no sonríen a quien manda en Los Pinos… hasta el momento. Lo que empezó como un pleito simulado PRI-PAN, o PAN-PRI, da la impresión que ha tomando matiz de conflicto declarado. La razón puede ser que quien gobierna en el partido tricolor hizo mal los cálculos; pensó que, luego de un rato de escarceos, de cruce de acusaciones y unas cuantas mentadas, en las cúpulas habría acuerdo—como siempre—, y convencerían al panista/frentista de bajarse de la contienda. ¿Alguien recuerda cuando Diego Fernández de Cevallos (hoy, por cierto, abogado de Anaya, pero que se da tiempo para comer tacos con Meade) desapareció de la escena, luego de “ganar” el debate a Zedillo y Cárdenas, en mayo de 1994? ¿Pensarán “arriba” que esta ocasión será igual? Aun así, algo va quedando claro al grupo Videgaray-Peña Nieto: Anaya Cortés les saldrá más caro de lo previsto. ¿Por qué será? No es necesario dar muchas vueltas al asunto. Ricardo Anaya es gente del régimen, el mismo al que pertenece José Antonio Meade. Ya sabemos que este último ha transitado por administraciones panistas y priistas, y en todo momento se ha cuadrado ante el jefe en turno. Del panista/frentista se ventilan cosas antes no sabidas, algunas de las cuales—por ser muy negativas—quiere utilizar el gobierno para trabarlo. Entre lo que se sabe, o se dice que se sabe, y le favorece, es que es primo de José Antonio González Anaya, hoy Secretario de Hacienda. Y que si bien González Anaya es amigo de Videgaray también es concuño de, ni más ni menos, Carlos Salinas de Gortari. ¡Coincidencias de la vida y la política a la mexicana! Por supuesto que el candidato del PAN-PRD-MC es parte del sistema, y no es ingenuo pensar que el señor Salinas haya decidido apoyarle al ver que el PRI no es garantía de triunfo. En esta circunstancia, puede convertirse en el “Plan A” del régimen. Sí, Carlos Salinas está muy vivo, y luego de poco más de dos décadas, puede tranquilamente repetir aquel “no se hagan bolas”, pero esta vez agregando, “el bueno es Anaya”. Con todo, la realidad es que pasamos por una situación sumamente delicada; el proceso electoral puede descarrilar porque “arriba” hay división. Un sector, liderado por el secretario de relaciones exteriores; mientras otro, adscrito al sempiterno jefe máximo, el padrino Salinas. En los hechos, el PRI y el PAN cruzan, una vez más, sus destinos, en un esquema que está cada vez más putrefacto. Asiste la razón a Andrés Manuel López Obrador, cuando advierte, vía Twitter que, “El pleito del PRIAN es real, no fingido; es importante no azuzar […] Nadie debe ser avasallado ni atentar contra la estabilidad de México”. El presidente Peña Nieto ha manifestado que no intervendrá en el proceso electoral. Eso es encomiable. Sin embargo, habrá que preguntar a quien decide por él, si está dispuesto a seguir ese ejemplo. |
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Fuente de imagen: Dominio público. www5.diputados.gob.mx | ||||
Twitter: @RicSantes | Fecha de publicación en otros medios:
Plumas Libres, 11-marzo-2018 |