La 4a. Transformación. Encuentros y desencuentros a un tercio del sexenio

Cumplidos dos años de gobierno, se ventila el desempeño de la administración federal a la luz de resultados percibidos. Evidentemente, los juicios emitidos no se exponen sin carga de prejuicios, por lo que se sesga la realidad y se trata de imponer aquella de quienes se pronuncian. Y cómo no va a ser así, dado que si aun entre los científicos no existen observadores neutros, menos los habrá entre quienes, investidos como analistas de la política y lo político, defienden posturas a favor o en contra del quehacer gubernamental, el cual asocian irremediablemente con el gobernante en turno. Y qué decir de los declarados opositores, para los que no hay ni habrá logros que reconocerle a quien esté gobernando, por la simple y sencilla razón que ellos no son los protagonistas.

En el primer tercio de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, han ocurrido los claroscuros inherentes a gobernar un país altamente heterogéneo en aspectos físicos y de distribución de recursos naturales, a la vez que dispar en términos de desarrollo social y económico; asimismo, en un escenario político donde gobernadores de varias entidades, adscritos a partidos políticos contrarios, rechazan sistemáticamente lineamientos de política pública que pretendan un tratamiento diferente de los asuntos de interés general: para ellos, siempre será mejor hacer las cosas “como antes”. En el extremo, en un contexto donde gobernadores que supuestamente son miembros del partido predominante dejan mucho que desear en sus respectivos encargos… tal vez ellos también optan por conducirse como en tiempos anteriores.

En el segundo Informe sobre el estado de la Nación, el primer mandatario destacó el cumplimiento de la mayoría de 100 compromisos que estipuló al iniciar su gestión. Mencionó que sigue combatiéndose la corrupción, que la protección de la salud, la pensión universal para los adultos mayores, el apoyo económico para personas con discapacidad (haciendo énfasis en la niñez) y un sistema de becas para estudiantes de todos los niveles escolares, adquirieron rango constitucional conforme a reformas realizadas el mes de mayo. Lo anterior significa que tales medidas ya no se verán más como dádivas de políticos convenencieros sino como derechos.

Señaló también que el salario se ha incrementado como no se había hecho antes, que se mantienen finanzas sanas, que no ha habido gasolinazos, que se ha reducido el huachicoleo, que el sistema de salud sigue mejorándose, etcétera. Empero, reconoció que los fenómenos mundiales de crisis económica y pandemia han impedido que las cosas vayan como todos quisiéramos, y que la segunda es más dolorosa que la primera.

Igualmente, López Obrador reparó en que, si bien se ha empezado a hacer justicia a los mexicanos, de manera distinguida acerca de los lamentables sucesos de la mina de Pasta de Conchos del año 2006 y de la Guardería ABC del año 2009, sigue pendiente un evento altamente sensible: aclarar y resolver jurídicamente la desaparición de los jóvenes estudiantes de la normal de Ayotzinapa, de septiembre de 2014. Otros pendientes son la descentralización de la estructura federal y la rehabilitación de hidroeléctricas para impulsar las energías renovables. Y aquí agrego otro de preocupación máxima que parece no tener fin: la inseguridad pública.

Los detractores tienen “otros datos”. Para ellos, México le ha quedado muy grande al presidente y su partido. Argumentan que ha tomado malas decisiones, sobre todo en el caso de la pandemia; que la OMS inclusive ha hecho un llamado para que el gobierno se tome “muy en serio” la situación sanitaria. Plantean, en breve, que la Cuarta Transformación ha sido un intento fallido, que poco por no decir que nada de lo realizado hasta hoy merece algún encomio y por tanto es necesario cambiar el rumbo.

Parece claro que durante los siguientes dos tercios de ejercicio, la federación seguirá defendiendo el camino trazado. Paralelamente, que los opositores continuarán denostando y menospreciando cualquier medida tomada. Sin embargo, y esto hay que subrayarlo, es en la calle donde están los mejores jueces: los ciudadanos. En efecto, solamente la gente de a pie, la que recibe los impactos de las buenas o malas decisiones de los de arriba, puede testimoniar si han ocurrido cambios y si éstos les han favorecido o no.

En un sistema democrático, los ciudadanos tienen oportunidad de asumir uno de dos papeles, importantísimos ambos: ser parte del gobierno o ser miembros de la sociedad civil; y desde esa trinchera luchar porque las cosas transiten hacia la consecución de mejores condiciones de vida. El 6 de junio de 2021, en los 32 estados de la República tendremos posibilidad de expresar nuestro sentir político en un proceso electoral que ya se denomina “la elección más grande de la historia de México”. En la misma, se dirimirán 15 gubernaturas, 30 congresos locales, 1900 ayuntamientos y juntas municipales, amén que se renovará la Cámara de Diputados. Se presume que atenderán a las urnas poco menos de 95 millones de ciudadanos inscritos en el padrón electoral.

Sea como interesados en ocupar un cargo de elección popular o como electores, el compromiso debe ser la búsqueda de un país mejor. Ya se verá.

Fuente de imagen: Mundodehoy.com
Twitter: @RicSantes Fecha de publicación en otros medios:

Plumas Libres, 5-dic-2020

También te podría gustar...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *