Culiacán: el bien mayor
Los hechos violentos del pasado jueves 17 en la ciudad de Culiacán, Sinaloa, escenificados por fuerzas del orden del Estado mexicano e integrantes del Cartel de Sinaloa, son lamentables por donde quiera que se les mire. Revelan, por un lado, la existencia de un sistema de seguridad poco efectivo para confrontar al crimen organizado, flaqueza que se visibiliza en al menos tres aspectos: 1) desconocimiento del debido proceso a la hora de cumplimentar una orden judicial; 2) incapacidad para conformar condiciones de éxito, esto es, superioridad en el terreno operativo; y 3) ausencia de coordinación entre las instancias responsables en el espacio mediático, al grado que las declaraciones del secretario de seguridad y protección ciudadana, Alfonso Durazo Montaño, motivaron que los opositores demandaran su renuncia. Por otro lado, los sucesos del jueves dan constancia de tres características del grupo delincuencial en la era post-Joaquín “El Chapo” Guzmán: 1) el nulo respeto que tiene a inocentes, pues en su afán de rescatar al jefe, no tuvo consideración de las vidas de niños, mujeres, ancianos, jóvenes y adultos, a quienes puso en peligro mortal; 2) el enorme poderío que posee en equipamiento bélico; y 3) su capacidad de organización para generar no sólo caos sino terror. Los contrarios al presidente Andrés Manuel López Obrador han aprovechado para lanzarle todo tipo de vituperios, al extremo de exigir, también, su dimisión. Sin embargo, sus expresiones son más de víscera que de razonamiento. La mayoría pone por delante su interés personal y de facción, y su rencor, en demérito de algún compromiso para con el bienestar general. El reclamo surge porque López Obrador manifestó su respaldo a la decisión del gabinete de liberar a un hijo del Chapo, a quien horas antes los militares habían capturado, lo que motivó todo el conflicto. Se critica que, con tal acción, el Estado sucumbía, se postraba a los pies del crimen organizado. La respuesta a la crítica por parte del jefe del Ejecutivo fue muy mesurada, a la vez que suficientemente clara: para el gobierno de la Cuarta Transformación la vida es más importante que la pretensión de colgarse una medallita con la captura de un delincuente, por muy importante que éste sea. El presidente puso por delante el bien mayor, la vida de los residentes de Culiacán, de los miembros de la milicia y sus familias, pero igualmente de los mismísimos delincuentes. Gran diferencia fue que, mientras la autoridad optó por proteger la población, los malhechores hicieron todo lo contrario. Imposible saber lo vivido en esa bella ciudad sin haber estado ahí, pero algunos de sus residentes comparten su sentir. Una estimada maestra, quien afirma que, aunque en su querido Culichi están acostumbrados a un cierto nivel de violencia, el 17 de octubre de 2019 quedará en la historia porque, ese día, “el narco no respetó familias, ni civiles, fue parejo”… eso es algo que no se va a olvidar en la capital sinaloense. En la acostumbrada conferencia mañanera del viernes 18, un enviado del periódico Reforma cuestionó al ejecutivo sobre una presunta falla en la estrategia a la luz de los eventos del día previo. Difícil superar tal desinformación por no llamarle ignorancia y “mala leche”, del preguntador. Porque lo acontecido no fue un problema de estrategia sino de táctica, no atribuíble al presidente; en efecto, el hecho de aprehender a un individuo sin el proceder jurídico correcto, amén de no haber previsto las consecuencias de tal acción, fue un error de táctica. Y en este aspecto, falta dilucidar quién indicó actuar así, pues al parecer los más altos mandos fueron ignorados. Quienes denuestan la nueva política de seguridad, lo hacen porque siguen permeados por un ayer de ex-presidentes impresentables para quienes la pérdida de vidas inocentes les significaba un simple “daño colateral”. No hay duda que seguirán despotricando contra el gobierno; esa es su misión. La realidad es que hoy caminan cada vez más desnudos… y solos. Porque la decisión de liberar al hijo del capo y con ello evitar un mayor derramamiento de sangre, es reconocida por la sociedad culichi y es asimismo elogiada por expertos en materia de seguridad, quienes al margen de posicionamientos ideológicos y fobias arguyen que fue correcta. El desempeño en la materia está muy distante de la perfección; es el reto mayúsculo del comandante supremo de las fuerzas armadas y su gabinete. Pero en ello, la sociedad en general tiene mucho que aportar. |
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Plumas Libres, dd-mmm-yyyy |