David Korenfeld y el vecino necesario
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Qué piensa [Korenfeld], ¿que somos estúpidos? Sale con sus hijos con maletas para ir al hospital, ¿acaso los niños se van a dormir al hospital? (Ignacio Vizcaíno Tapia, entrevista con Sergio Rincón, sin embargo, 5 de abril de 2015)
El domingo 29 de marzo, David Korenfeld, director de Conagua, abordó en compañía de su familia un helicóptero de la dependencia, como parte del plan de ruta que les llevaría a pasar la Semana Santa en Estados Unidos. ¿Todo en orden hasta ahí? NO. El funcionario federal hizo uso de un bien público para fines personales, lo que no hubiera trascendido de no ser documentado fotográficamente por uno de sus vecinos, el matemático Ignacio Vizcaíno Tapia. Las imágenes del hecho circularon de inmediato en redes sociales, generando tanta presión que llevaron al susodicho a anunciar su renuncia al cargo, el jueves 9 de abril.
Mucho se ha escrito sobre el asunto, aunque falta más porque no deja de aportar lecciones. Abordaré dos. La primera, sobre el sistema político y la forma como se desahoga el quehacer público en México. Los eventos que propició David Korenfeld son expresión de una tradición de funcionarios y políticos hechos a la usanza de un priísmo oscuro y retrógrada, que acostumbra hacer de los bienes nacionales un patrimonio. El caso es parte de la normalidad tricolor; si bien en esta ocasión, varios resbalones dieron al traste con tan arraigada costumbre.
El problema de origen para Korenfeld es que fue sorprendido in fraganti. Si el vecino no hubiera interferido en su rutina, seguiría conduciéndose como potentado, no como servidor público. Un problema consecuente fue que, pese a reconocer haber cometido “un error”, el corrupto mintió reiteradamente. Lo hizo respecto a: (1) la costumbre de usar el helicóptero, pues dijo que lo hizo una vez y apenas por ocho minutos; (2) la justificación del uso, que alegó fue por su condición de salud; (3) la reparación del daño, pues afirmó haber pagado los gastos que su ilegal acción implicó, algo que además está fuera de toda norma.
Un problema adicional, de mayor gravedad, es que esa conducta falaz llevó a que personal de Conagua mintiera igualmente para encubrir al jefe. En un boletín emitido el miércoles 1 de abril, la dependencia afirmó que el helicóptero oficial había sido utilizado para recoger al titular en atención a su estado de salud. Si la Secretaría de la Función Pública pretende dar ejemplo de actuación apegada a derecho, estará pendiente de las investigaciones que debe realizar el Órgano Interno de Control de la Conagua sobre los servidores públicos involucrados.
La actitud de Korenfeld no fue casual; respondía a una escuela de vida, cuyas materias más atractivas son Cinismo para con la obligación, Falsedad respecto a la actuación, Soberbia en el trato hacia los subalternos, y Desdén hacia la realidad y las necesidades nacionales. Esas son asignaturas donde la élite política, que dirige mal el rumbo del país, obtiene notas de 10.0. Tales medallas de la miseria nacional se conjugaron en otro amigo del presidente de la República.
Es relevante que en este desbarajuste, una institución formal del Estado, el Congreso de la Unión, haya bloqueado mañosamente toda posibilidad de hacer un exhorto firme al presidente para que llamara a cuentas a su colaborador y procediera a exigirle su renuncia. Al ritmo de “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”, el miércoles 8 de abril los legisladores discutieron el caso Korenfeld, generándose un ambiente de gran tensión. El partido en el poder pretendió darle colofón cuando el priísta Salvador Romero reprochó a correligionarias su dureza hacia el dirigente de Conagua, sin antes reflexionar en la suciedad propia: “No se vale hacer acusaciones de corrupción cuando no se tiene la autoridad moral suficiente”, les dijo, rematando con un flamígero “Que levante la mano al señalar a los corruptos aquel que esté libre de actos de corrupción”.
Por supuesto, en acciones tan deleznables como las cometidas por David Korenfeld, los priístas no están solos. También azules, amarillos, verdes, y demás tonalidades tienen historia y presente. En esta ocasión, el “no pasará” obedeció, según se rumoró, a un original deseo presidencial de mantener al amigo en el cargo. En tal supuesto, se confirma la colusión y la sumisión de los partidos dominantes en el Congreso a los designios presidenciales. Y aunque este proceder es conocido, no deja de ser decepcionante; porque revela una cultura cortesana que ya pensábamos superada. No es así, el nefasto pasado ha retornado al llegar Peña Nieto al poder. En definitiva, el dinosaurio no está en la edad, sino en la mente.
La segunda lección que arroja el tema Korenfeld es que las necesidades ciudadanas nunca encontrarán eco en un cuerpo legislativo, de presuntos “representantes populares”, cuya actitud servil se abre a todo, menos al interés general. Se demuestra que la sociedad mexicana está sola en su deseo por rescatar la dignidad nacional y limpiar las instituciones. En esto, cuanto más tarde en llegar la organización social, mayor tiempo tienen gobernantes y autoridades desaseados para continuar dilapidando los recursos nacionales. La enseñanza valiosa es que la iniciativa ciudadana, responsable y valiente, además de persistente, es la vía para llevar al país por un mejor rumbo.
La acción de Ignacio Vizcaíno Tapia debe ser justipreciada. No sólo porque su repercusión inmediata fue el derrumbe de un funcionario cercano a la cúpula del poder, sino porque sacó a la luz la endeble estructura en que se sustenta el statu quo, es decir, ni las instituciones acomodaticias como el Congreso ni los medios orgánicos tradicionales, como la televisión, pudieron contener ni soterrar la avalancha de indignación social que el asunto generó.
Cabe destacar que desde el 1 de abril somos blancos de la propaganda política, de cara al proceso electoral del 7 de junio. En ella, el común denominador es la acusación entre los partidos respecto a las corruptelas cometidas por unos y otros. La conclusión no puede ser mas que una sola: quedan muchos funcionarios y políticos deshonestos que deben vigilarse, y echar fuera cuanto antes. Y a quienes aspiran a “representarnos” pero tienen malas cartas de presentación, pues no hay que dejarlos llegar.
Si los diputados y senadores están más preocupados en taparse mutuamente sus porquerías, y si los impartidores de justicia en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, están más atentos a llevarse jugosos salarios mensuales que a impartir justicia, entonces personas como usted, lector, sabrán darle a este país el rumbo correcto que merece.
El reto es actuar con mayor compromiso y dejar de lado actitudes pasivas y complacientes de cara a los problemas. Los ciudadanos deben enarbolar banderas propias, no las que dicten las instancias oficiales u oficiosas de siempre. El matemático Ignacio Vizcaíno Tapia tuvo un lance que no debe olvidarse. Algún crítico lo calificó como vecino “incómodo”; al contrario, yo le considero necesario: presenció un evento impropio, y tuvo la responsabilidad y la valentía de denunciarlo. Por ello, vale la pena sopesar la creación de un reconocimiento a esos vecinos necesarios, que seguramente hay muchos en el país, que sea otorgado por los propios miembros de cada comunidad en la forma y circunstancia que juzguen conveniente. Queda en manos de la sociedad pronunciarse ante una iniciativa como esa.
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