El Gabinete: ¿de méritos o de amigos?
Ricardo V. Santes Álvarez
La sucesión presidencial siempre ha generado emociones en los mexicanos. De la toma del poder mediante las armas, pasando por la era del “tapado”, hasta las pasarelas de los presidenciables, México continúa en una larga transición democrática, de escasos avances y muchos retrocesos. En la contienda electoral actual, de tiempo atrás se conocían los candidatos de los partidos de oposición importantes. Faltaba la figura que representara al partido oficial, y de una lista de aspirantes surgió una dama, quien dejó en el camino al preferido del presidente. Con las cartas sobre la mesa, se asume que sólo debemos preocuparnos por votar “responsablemente”. O a lo mejor ya ni eso debemos pensar, pues nos llueven encuestas de consultoras “serias” que dan tanta ventaja a un candidato, que parece que ya todo está decidido. Da la impresión que esas encuestadoras nos sugieren que no nos “hagamos bolas”, que los resultados de la elección solamente confirmarán lo que nos han comunicado semana tras semana. Por mi parte, aprecio tan nobles y desinteresadas insinuaciones, de esas encuestadoras y de quienes les pagan; aunque prefiero esperar a conocer los resultados de la verdadera encuesta, la que resulte luego de votar en casillas el primer día de julio.
Hay que decir que la carrera presidencial y quien la gane es apenas una parte de la historia. Los candidatos prometen maravillas, y algunos hasta nos dicen que firman lo que prometen. Pero ni eso basta, pues una vez en el poder, el político verdaderamente responsable tiene que cumplir sus compromisos de campaña. Y para ello debe rodearse de un gabinete de colaboradores. Es decir, hay otra parte de la historia que debe ocuparnos: ¿quién va a estar a cargo de qué, y cómo va hacer lo que tenga que hacer? Sin embargo, es lamentable que de esto último todos los aspirantes, menos uno, guarden silencio. En efecto, mientras que sólo un candidato ha dicho quiénes van a ser sus secretarios de gobernación, defensa, relaciones exteriores, seguridad pública, educación, salud, etcétera, y adicionalmente ha esbozado un programa de trabajo, los demás callan. Uno rompe la tradición de mantener “tapaditos”; los otros se apegan al librito, suponiendo que es lo adecuado para contener las “lealtades” de sus apoyadores, sabiendo bien que esos alineados serán leales hasta saber si son retribuidos con un puesto.
El candidato que presenta su potencial gabinete nos permite examinar el currículum de los integrantes y constatar si cuentan con los méritos para asumir los encargos que se les asignen. Si nos tomamos el tiempo de realizar ese examen, sabremos si estamos frente a un gabinete de méritos o no. Entonces, cabe preguntar por qué los otros candidatos no hacen lo propio y se dan la oportunidad que juzguemos su propuesta. El “tapadismo” es una actitud que sirve únicamente para conformar gabinetes de meritos amigos, como los que ya conocemos y de los que estamos hartos. A propósito, mucho debe preocuparnos el que se diga que un candidato va a designar a la Sra. Gordillo como titular de la SEP cuando sea presidente y que éste no lo haya desmentido tajantemente.
No, en materia de educación nuestro país no debe continuar en el lamentable estado en que se encuentra; tampoco en seguridad pública, comunicaciones ni en ningún otro ámbito. Basta de improvisaciones y componendas; quienes deseamos un país mejor debemos rechazar actitudes patrimonialistas, cortoplacistas y de vergonzoso nepotismo. Los “tapaditos” son inadmisibles en una sociedad que ansía arribar a una democracia plena. Los presidenciables deben ofrecer un escenario donde se privilegie la altura de miras en la actuación pública y se persigan objetivos y metas para el beneficio general. El gabinete es fundamental y tenemos derecho a conocerlo; a dos meses de la verdadera encuesta, los candidatos que aún no brindan su propuesta tienen la palabra.
Twitter: @RicSantes