La soberbia que aprisiona a México: Futbol sí, Debate no

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Ricardo V. Santes Álvarez

 

A principios del siglo XX, el pensador alemán Max Weber decía, en referencia a los políticos, que la vanidad, esa necesidad de figurar en primer plano tanto como sea posible, es lo que les tienta a cometer dos pecados: falta de objetividad e irresponsabilidad. El término “vanidad”, de escrupulosa selección por parte de Weber, tiene varios sinónimos en nuestro rico idioma. Soberbia, engreimiento y petulancia son algunos, y los tres retratan mejor al señor Salinas Pliego, dueño de, entre otras cositas, TV Azteca y el equipo de futbol Morelia. Aclaro que el personaje no es un político sino un poderoso empresario, lo que hace comprensible su primigenio sentido del tacto político. Aunque para uno de los dueños del dinero en México ¡cuán innecesaria es la política, qué decir la buena política, si el dinero todo lo resuelve! Pero desvelemos los dos pecados a que se refiere Weber.

FALTA DE OBJETIVIDAD. Salinas Pliego “tuiteó” que SU televisora no pasaría el debate presidencial del domingo 6 de mayo, sino el futbol. Es que juega SU Morelia. Luego, ante manifestaciones de inconformidad de varios “tuiteros”, respondió que ese sí era un debate “Entre un grupito de twitteros autoritarios y los ciudadanos libres de votar por lo que quieren ver”. Por un lado, la soberbia no le dejó ver que ese “grupito de twitteros” (en su buen englishpañol) son parte de una comunidad que crece cada día; son personas que han optado por alternativas de información y comunicación ante la falta de credibilidad de medios como el suyo. Por otro lado, el personaje carece de objetividad por causa de un engreimiento que le dice que SU televisora es lo único que cuenta.

IRRESPONSABILIDAD. Los medios masivos de comunicación, como la televisión o la telefonía celular, utilizan el espectro radioeléctrico que el gobierno federal otorga, como permisos o concesiones. Los permisionarios tienen la obligación de transmitir eventos de interés general, como el informe presidencial y los debates entre candidatos a la presidencia; pero los concesionarios (medios privados) no están obligados. Con tranquilidad, TV Azteca puede rechazar transmitir el debate. Las autoridades del IFE lo han confirmado. Sin embargo, aun cuando México sufre un duopolio televisivo que concentra más del 90 por ciento de las concesiones, según afirmó hace tiempo una ex-Comisionada de la Cofetel, es innegable que el espectro radioeléctrico pertenece a la nación. Es por tanto un compromiso de los concesionarios atender al interés público. No se trata solamente de disfrutar los beneficios que brinda la concentración del poder por los medios, sino también de asumir la responsabilidad social que ello implica, pues los mexicanos se informan mayoritariamente a través de la televisión. El señor Salinas actúa irresponsablemente en este asunto. No olvido mencionar que, con montaraz ligereza, refirió la discusión entre un grupo de autoritarios y otro de ciudadanos, estos últimos “libres de votar por lo que quieren ver”. ¿Realmente creerá que hay libertad de ver lo que uno desea en un país donde dos empresas privadas concentran casi todas las concesiones de televisión?

Diferentes fuentes documentan que la actitud del poderoso empresario responde a las afrentas que otros poderes le han obsequiado, que se remontan a las fallidas reformas a la Ley Federal de Telecomunicaciones y la Ley Federal de Radio y Televisión (LFRT), conocidas como Ley Televisa, que representaban, por lo menos, tres cosas:

  1. Consolidar el dominio de los concesionarios sobre el espectro,
  2. Expandir el ámbito de los concesionarios de radiodifusión a servicios de convergencia y telecomunicaciones dándoles preferencias indebidas, y
  3. Proteger a los concesionarios de radiodifusión de que pueda darse una regulación verdadera.

En marzo de 2006, un senador aseguraba que aprobar la Ley Televisa (que también favorecía a TV Azteca) significaba delegar en los poderes fácticos la capacidad de imponer agenda política e interés económico: “nunca antes se habían visto semejantes concesiones a los nuevos amos del país, que son los dueños de los dos principales consorcios televisivos”. Un año después, ante la mansedumbre del Congreso y la Presidencia, la última opción, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, desechó artículos sustanciales de tan polémica Ley.

En ese aciago 2006 estábamos inmersos en el desaseado proceso electoral presidencial. Casualmente en abril de este 2012, otra vez inmersos en un proceso electoral, fue frenada una intentona de reformar dos artículos de la LFRT, con la cual los concesionarios de televisión evadirían algunas obligaciones. No hay duda que la soberbia envilece: Luego de reunirse en la Federación de Futbol los representantes de los equipos de la Liguilla y las televisoras, para definir los horarios, el secretario general del organismo recordó a TV Azteca sobre el debate, pero ésta respondió que si a esa hora no se suspendían cines, teatros o restaurantes, ellos tampoco lo harían. Si Weber viviera, inhalando profundamente expresaría: “Se los dije”.

Como siempre, la responsabilidad de hacer crecer la democracia está en los ciudadanos. Quien vea el futbol, bien; así tendrá elementos para proponer al Once Ideal de la Selección Azteca. Quien vea el debate, bien; así tendrá argumentos para definir su voto y proponer al candidato ideal para la presidencia. Esa es la disyuntiva que nos dejan malos gobernantes y poderosos empresarios.

¡Extra, extra! Al momento de concluir esta nota, un consejero del IFE anunció que TV Azteca, a través de su canal Proyecto 40, transmitirá el debate. Parece entonces que ese “grupito” de tuiteros no es tan insignificante.

Por lo pronto, ya me sumé: @RicSantes


Ver también Los Ángeles Press y Plumas Libres

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