Luego de la elección presidencial: México, un país partido
Ricardo V. Santes Álvarez
La resolución de los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) no se desvió del guión, con lo que se dio por válido el resultado de la elección presidencial anunciado por el Instituto Federal Electoral (IFE) desde el 1o. de julio. En aquel entonces, el consejero presidente Leonardo Valdés Zurita aseveró que la jornada había sido “ejemplar”.
El cúmulo de pruebas que contrastaban tal afirmación, presentada por el movimiento de las izquierdas mediante las vías legales pertinentes, así como la impugnación del proceso mismo, fueron irrelevantes frente a las argumentaciones de los juzgadores electorales, quienes en forma unánime rechazaron todo lo que obstaculizara la asunción a la presidencia del candidato de los poderosos. El proyecto de las cúpulas del PRIAN y demás señores del dinero se consumó ayer sin mayor problema.
Desde ya, en varios medios se comenta que el Tribunal falló en contra del candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador. Con ello, se pretende generar la impresión que la decisión afecta únicamente los intereses de alguien “enfermo por el ansia de ser presidente”. No se destaca que con este resultado se ignoró la solicitud de invalidar la elección presidencial por parte de un amplísimo sector social, el cual percibió que el proceso fue irregular e inequitativo.
En efecto, la decisión del TEPJF no sólo atañe al vituperado político tabasqueño sino que lastima a millones de mexicanos, simpatizantes de ideologías políticas diversas (de izquierda a derecha) que en las últimas semanas se unieron con el propósito de ver a su país trascender hacia una etapa superior de desarrollo social y político, e impedir el retroceso hacia condiciones que ya se creían superadas.
Esos mexicanos que anhelan la transformación ahora lamentan la actuación de los magistrados del TEPJF, quienes carecieron de la altura de miras que el caso demandaba. Existe sospecha que los jurisconsultos olvidaron su obligación de conducirse en un marco de legalidad y justicia, y de poner los objetivos nacionales por encima de cualquier interés personal y/o partidista.
El Estado perdió la oportunidad de reencauzar el rumbo y evitar la escisión. Hoy, México amanece como un país partido.
Por un lado están quienes se congratulan con el retorno del dinosaurio y desde anoche celebran extasiados; ellos optaron por seguir en la sumisión y la complicidad; algunos por miedo e ignorancia mientras otros por el interés de mantener los privilegios que el poder les ha otorgado. Ahí están, muy unidos, esos innombrables que seguirán gozando de los beneficios de los cargos públicos, de las curules de “representación popular”, y de los jugosos ingresos producto de los negocios público-privados.
Por otro lado, se halla un México lleno de indignación y dolor por causa de una autoridad electoral que volvió a atropellar la voluntad ciudadana; que en el momento crucial demostró que fue útil solamente para socavar la decisión de elegir gobernantes en absoluta libertad. Sin embargo, hoy más que nunca este México sabrá estar de pie y perseverar en el objetivo de la transformación que conduzca hacia una sociedad de primer nivel, impregnada de legalidad, justicia, tolerancia, y bienestar.
El país amaneció partido, pero no vencido.
Twitter: @RicSantes
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