Un país donde nada pasa

Dominio público

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Muchas personas en la comunidad mexicana en EEUU están molestas por el caso aún no resuelto de los 43 normalistas desaparecidos en Ayotzinapa. La gente cree que el gobierno mexicano no ha hecho lo suficiente para esclarecer lo que pasó, y sus familiares esperan su retorno a casa.
No podría estar más de acuerdo; es algo indignante. Si yo estuviese en el gobierno mexicano, no estaría descansando hasta descubrir lo que pasó con esos 42 (sic) jóvenes. Su secuestro fue una terrible violación de la ley; es algo por lo que todos en México deberían unirse, para encontrar respuestas. Si hubiese algo que EEUU podría hacer para ayudar, yo sería la primera en ofrecerlo. No puedo ni imaginarme la angustia que los padres y los familiares sienten.
(Entrevista de María Peña a la precandidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Hillary Clinton. La Opinión de Los Ángeles, 19 de abril de 2016)

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Parece que muchos vivimos en un país de sueño (digo sueño, no ensueño, pues el matiz es fondo), donde los avatares de la vida pasan de noche y nadie se percata porque vive en confortable y convenenciera dormilona, gracias a la cual tenemos justificación a nuestra falta de reacción ante casi todo. Con algunos ejemplos, vea usted si no.
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GUATEMALA. En la vecina y hermosa tierra del Quetzal, el señor Otto Pérez Molina tuvo que renunciar a su cargo de presidente de la República (ni más ni menos) y desde el pasado mes de septiembre cambiar su residencia a un penal, debido a la indignación de un pueblo harto de sus corruptelas. Mientras tanto, en nuestra tierra, a sabiendas de tantos funcionarios corruptos, con Casas Blancas y malinalcas inexplicadas, los mexicanos seguimos dormidos. Acá nada pasa. Bueno casi nada, porque esa ralea de inmorales funcionarios viven, ellos sí, en un país de ensueño.
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PAPELES DE PANAMÁ. El escándalo producido por la revelación de los Papeles de Panamá ocasionó en el mundo la renuncia de conocidos personajes (entre otros, el Primer Ministro de Islandia; el presidente de la organización no gubernamental Chile Transparente; el ministro de Industria, Energía y Turismo de España; el CEO del austriaco Hypo Vorarlberg Landesbank). Mientras tanto, en México, donde también han surgido ocho o nueve nombres de presuntos inmiscuidos, nada pasa. Por ejemplo, uno de los mencionados sigue siendo el contratista consentido del sexenio, otro es familiar de un conocido personaje que está dispuesto a sacrificarse y gobernar Veracruz, y por ahí nos vamos. ¿Alguien duda que ellos también vivan en un país de ensueño?
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CASO IGUALA. El botón de muestra más reciente es el de Tomás Zerón, aún flamante director de la Agencia de Investigación Criminal quien, luego de ser acusado por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) de haber sembrado evidencia en el caso de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala (por lo que ahora le llaman “Zembrón”), afirmó muy ufano que no renunciará. Claro que no, señor Zembrón, digo Zerón, en las circunstancias actuales seguramente ya desde muy alto le dijeron, “No te preocupes, Tomás”.
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Ese es el estado de cosas en México, con munícipes, gobernadores, y autoridades federales (como los que usted conoce) hasta llegar al jefe supremo (que usted conoce) que ni sudan ni se inmutan de cara a su propia ineficiencia. Es de suponerse que, si el sello de la casa (que permea desde la federación hasta los municipios y viceversa), es el cinismo y la impunidad, por supuesto que nada pasa, ni pasará.
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En un no muy lejano mes de abril de 2013, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, ante las denuncias vertidas en contra de la entonces titular de Sedesol, Rosario Robles Berlanga, por presunto desvió de recursos, Enrique Peña Nieto dijo: “Hablé con la secretaria de Desarrollo Social y le dije ‘Rosario, no te preocupes hay que aguantar, ya empezaron las críticas de a quienes les preocupa la política y las elecciones’”.
“Haiga sido como haiga sido”, diría un ex-presidente de desgraciada memoria, pero lo cierto es que el mensaje presidencial fue tomado desde ese momento, es decir, desde hace tres años cuando recién inauguraba el actual sexenio, como un preciado cheque al portador para que cualquier servidor público sintiera el mismo cálido espaldarazo para realizar las más execrables burlas y los peores atracos a la sociedad, con la tranquilidad de que nada le pasaría, que nadie le llamaría a cuentas. Así ha sido. El “no te preocupes, Rosario” reverberó en los queridos Humberto, Javier, Miguel Ángel; Jesús, Luís, etcétera, hasta llegar a Tomás… y los que se acumulen en el sexenio.
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Y es que, adicional a ese beneplácito desde las alturas, los funcionarios corruptos cuentan con otro aliado: los somnolientos mexicanos. ¿Hasta cuándo, mi pueblo? ¿Hasta cuándo si en otras latitudes da la impresión que se encuentran más preocupados de lo que aquí pasa que nosotros mismos, como lo confirman los paisanos residentes en la vecina nación al norte molestos por el irresuelto tema de los normalistas?
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Si, en referencia a ese asunto, la candidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Hillary Clinton, afirmó que eso es “algo por lo que todos en México deberían unirse”, yo agregaría que la unión es necesaria por eso y por muchas afrentas más que ha padecido este lastimado pueblo. Pero si la sociedad mexicana no despierta, si mantiene ese cómodo sueño que le aleja de la realidad, si se mantiene la desconfianza entre uno y otro ciudadano, si a cada uno importa más el beneficio propio que el general, una cosa es segura: las élites corruptas seguirán reinando en un país de ensueño.

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Fecha de publicación en otros medios: 1 de mayo de 2016

Plumas Libres

Twitter: @RicSantes

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