Parece que el futuro de Felipe Calderón está asegurado ¿y el de México?

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Ricardo V. Santes Álvarez

 

En mayo, durante el Foro Nacional de Seguridad y Justicia, Felipe Calderón emplazó a sus potenciales sucesores a declarar de una buena vez si iban a continuar su guerra contra el crimen organizado: “¿Que va a pasar con la seguridad, van a seguir luchando contra los criminales o no?”, preguntó.

Ya tiene una respuesta directa: Una vez que deje la presidencia, seguirá formando parte del primer círculo gubernamental, ni más ni menos que en la Procuraduría General de la República. Desde ahí, su experiencia será aprovechada para cumplir la promesa de castigar políticos corruptos que pacten con el crimen organizado, fincando responsabilidades para así aplicarles cadena perpetua; él mismo se encargará de continuar su batalla contra los malos. Ya no queda duda: México apostará por más de lo mismo, esta vez llevado al nivel 2, en una versión “FCH reloaded”. Parafraseando al clásico, con esta postulación el nuevo gobierno lo firma y lo cumple.

En esta perspectiva, las balas y la violencia continuarán; las fuerzas armadas permanecerán en las calles, desarrollando labores que corresponden a las policías civiles; y los “daños colaterales” seguirán justificando la estrategia. Es factible también que con Calderón en la PGR prosigan las capturas de presuntos delincuentes, de las que ipso facto el gobierno se desdice por errores y faltas al debido proceso; seremos testigos de más pifias como el Michoacanazo, el Hankazo y, el más reciente, el del presunto hijo del Chapo Guzmán, que siempre no lo fue.

Calderón tiene su futuro asegurado. No se preocupará por problemillas que pudieran presentársele por acciones u omisiones durante su gestión como presidente. En adición, a su pensión vitalicia y otros impresionantes privilegios de los que goza un ex-presidente, los impuestos de los mexicanos servirán para brindarle un envidiable salario por su nueva encomienda en los años por venir.

Cabe aclarar que el escenario descrito es, al momento, solamente una posibilidad; pero puede volverse realidad.

En la administración de Calderón se han acumulado miles de muertos. Con su arribo a la PGR la espiral de furia continuaría; por ello, su postulación es inquietante. En esta línea, es igualmente preocupante la eventual llegada de un militar colombiano, Óscar Adolfo Naranjo Trujillo, para instrumentar una estrategia alternativa, que no por dar matiz sudamericano a la guerra mexicana dejaría de vestirla con violencia y, hay que subrayarlo, con mayor descrédito para nuestras fuerzas armadas. Ambas circunstancias anuncian tiempos más difíciles para el país.

En otra faceta de la escena nacional, hay quien propone terminar con la guerra y serenar al país, mediante el combate a la corrupción y la dignificación de la vida pública. Tal vez por eso, las elites del poder, beneficiarias del actual estado de cosas, califican esa mesurada postura como retrógrada, mesiánica y populista.

Ninguna acción de autoridad vale más que la vida de un ser humano; por ello, coincido con quienes sostienen que urgen acciones que vayan a la raíz de los problemas. En esto, es claro que cada quien cree saber lo que más conviene al país. Sólo espero que no equivoquemos la ruta.

Twitter: @RicSantes

Ver también: Los Ángeles Press


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