Un año de la 4T, tiempo de acercamiento y de oposición verdadera
El sábado 30 de noviembre se cumplió un año de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Al día siguiente, soleado y caluroso, en la explanada de un zócalo capitalino pletórico de simpatizantes, el jefe de la Nación rindió informe de tan difícil período, que significó el inicio de la transición hacia un régimen distinto al que imperó durante sexenios anteriores. El paso de un viejo régimen que no acaba de morir a uno nuevo que no acaba de nacer –como él lo ha descrito– no puede arrojar resultados cien por ciento satisfactorios, pues las inercias perniciosas se aferran como rémoras tratando de mantener canonjías. En ninguna parte del mundo un cambio es cosa fácil; mucho menos en doce meses. El ex-presidente de Ecuador, Rafael Correa, ha mencionado que países exitosos como Singapur tuvieron transiciones que duraron poco más de dos décadas; por ello, de cara a esa perspectiva, parece que con los avances que ofreció el Ejecutivo mexicano, no vamos mal. Evidentemente, no todas las noticias han sido buenas, pues en el escenario quedan muchas tareas pendientes. Una de las más sensibles, reducir la inseguridad, se ha tornado sumamente complicada; por ejemplo, con el “Culiacanazo” se confirma que manos extranjeras siguen operando en el territorio, lo que torna el panorama aún más embrollado. Pero Don Andrés Manuel está en el ánimo de que pronto veremos buenos resultados; esperemos que así sea, aunque sirve subrayar que la problemática no es responsabilidad del gobierno federal solamente; los estatales y municipales tienen un papel fundamental, pese a que muchos escondan la cara o muestren indiferencia. La 4T ha tenido detractores de todo tipo, no sólo de los partidos políticos derrotados en la pasada contienda electoral federal. De la mano de ex-presidentes panistas, a la cargada se sumaron algunos sectores económicos, medios convencionales de prensa, radio y televisión, organizaciones sociales y grupos de choque del viejo PRI. Vamos, ¡hasta organismos internacionales, quienes auguraron debacles económicas prontas! Pero López Obrador ha resistido con éxito todos esos embates, acompañado de decenas de millones que lo votaron y siguen respaldándole; y ese músculo se constató el día del informe. De hecho, se reconoce ampliamente el alto nivel de aprobación que tiene a la fecha. Es bastante lo que se ha dicho de este gobierno, a favor y en contra; y ello es así porque, a diferencia de sus predecesores, está impregnado de una tolerancia inédita, que es bienvenida y bien usada por la mayor parte de la sociedad, pero abusada por algunos sectores contrarios. Aunque como Don Andrés Manuel lo expresa, así es la democracia. Quedan por delante cinco años, en los cuales las expectativas de mejora se mantienen latentes; y si algo pudiera desearse –sobre todo en esta época de buenos deseos para el 2020– yo pondría sobre la mesa dos cosas: La primera, refiere a la pertinencia de un cambio de talante del presidente hacia los opositores políticos; porque ya ha dejado muy claro cuáles son las diferencias esenciales entre el régimen caduco y el que se halla en construcción; y porque con frecuencia parece que sigue en campaña. Pero no, ya no. Ahora, es tiempo que busque acercamientos conducentes a un nuevo pacto entre todos los actores; uno que privilegie el objetivo del bienestar y el desarrollo nacional. Es también momento que escuche a ese sector de intelectuales que trabajan en universidades y otros centros de estudio e investigación, que en gran número le apoyan pero que se sienten contrariados por algunas expresiones de aparente soslayo a su labor. De ocurrir el giro, y al ritmo que trabaja la presidencia, cinco años bastarán para llegar a buen puerto. Ya se verá. La segunda cosa que considero urgente es contar con una oposición seria, que posea un proyecto de país; que ofrezca alternativas para el progreso. Hoy puede decirse sin dudar que esa opción no existe; que desde julio de 2018 inició su dilución y actualmente se asoma apenas como grupúsculos sin rumbo ni propósito. Penosamente, lo corrobora eso que vimos en las calles el pasado domingo en la llamada “Marcha AntiAMLO”: una amalgama extraña de agrupaciones sociales, económicas y políticas con agendas tan disímiles y a veces tan contradictorias que lo único que les mantuvo juntas en su andar fue el rechazo a López Obrador. Si esa “oposición” lanza la alerta que estamos en riesgo de quedar atrapados por un gobierno incapaz y autoritario, habrá que responder que, en la medida en que no se configure como oposición verdadera y, sirviendo de contrapeso al poder, plantee vías de solución a los problemas nacionales, será igualmente responsable de que sus temores se conviertan en realidad. La pregunta es cómo los Chuchos, Claudio X, De Hoyos, Cicilia, Creel, Cortés, Fox, Calderón, Antorcha Campesina, y un cortísimo etcétera, van a ponerse de acuerdo para formar una estructura organizacional coherente, con identidad y agenda propias y útiles a intereses amplios (al menos más amplios que sus ambiciones particulares). Por las evidencias, no sería extraño que se conformase una estructura de derecha, a la que perredistas y priístas tendrían que someterse. Se advierte desde ahora (por si alguien quisiera echar culpas) que si no se consolida dicha alianza, será por razones atribuibles exclusivamente a desencuentros de sus integrantes. Que reciban el beneficio de la duda. |
||
Fuente de imagen: bbc.com/AFP | ||
Twitter: @RicSantes | Fecha de publicación en otros medios:
Plumas Libres, 4-dic-2019 |